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De Presidentes y Tiranos. Presidencialismo y Parlamentarismo.

El sistema presidencialista, como lo conocemos en la actualidad, tiene sus raíces más significativas en la Constitución de los Estados Unidos de 1787. A diferencia del sistema parlamentario, que evolucionó como una forma de limitar el poder de los monarcas y aumentar el control del parlamento, el presidencialismo surgió de un contexto específicamente diseñado para crear un gobierno eficaz y estable en una república.

La creación del sistema presidencialista fue en gran parte una reacción a las debilidades percibidas bajo los Artículos de la Confederación, el primer documento rector de los Estados Unidos, que había establecido un gobierno federal débil con un Congreso unicameral y ninguna rama ejecutiva nacional independiente. Los Framers (los redactores de la Constitución) buscaron un sistema que proporcionara un balance de poderes y evitara tanto la tiranía del monarca como la tiranía de la mayoría parlamentaria.

El presidencialismo establece una clara separación de poderes entre las ramas ejecutiva, legislativa y judicial del gobierno. El presidente, que es tanto el jefe de estado como el jefe de gobierno, es elegido independientemente del legislativo y tiene un mandato fijo, a diferencia del primer ministro en un sistema parlamentario, quien puede ser destituido por el parlamento en cualquier momento mediante una moción de censura.

Este diseño tenía la intención de proporcionar estabilidad, evitar el exceso de poder concentrado en una sola rama del gobierno, y fomentar un sistema de «frenos y contrapesos» entre las ramas del gobierno. Con el tiempo, el modelo presidencialista de los Estados Unidos ha influido en la estructura y formación de gobiernos en otras naciones, especialmente en América Latina, donde muchas repúblicas adoptaron variantes de este sistema después de lograr la independencia de las potencias coloniales europeas.

Siguiendo este apreciación, y basándonos en la division de poderes propuesta por Montesquieu quien criticaba el sistema de cámaras británico, y proponia contrapesos; un balancear y contabalancearlas, se puede pensar que la primacía de un poder sobre los demás seria inadecuado, y precisamente las tiranías que han surgido en Latinoamerica y otras latitudes se han abocado a manipular congresos para manipular sus intereses.

La división de poderes propuesta por Montesquieu en «El espíritu de las leyes» tuvo una influencia significativa en el desarrollo del sistema presidencialista en Estados Unidos y, posteriormente, en otras repúblicas. Montesquieu argumentaba que la libertad política en un estado se logra mejor a través de una estructura donde los poderes legislativo, ejecutivo y judicial estén separados y se limiten mutuamente, evitando así la concentración de poder y el abuso del mismo.

En teoría, el sistema presidencialista está diseñado para prevenir la tiranía mediante estos mecanismos de «frenos y contrapesos». Sin embargo, la práctica en muchos países de América Latina, África y recientemente Europa, ha mostrado cómo estos ideales pueden ser subvertidos. Los presidentes a menudo han buscado expandir su poder a expensas del legislativo y judicial. Esto puede tomar varias formas, incluyendo:

  1. Manipulación del poder legislativo: Mediante el uso de mayorías parlamentarias, ya sea a través de elecciones cuestionables o alianzas políticas, los presidentes pueden asegurarse de que las legislaturas aprueben leyes que amplíen su poder o interfieran con el funcionamiento independiente de otros órganos del estado.
  2. Control del poder judicial: Los presidentes pueden intentar controlar el poder judicial a través del nombramiento de jueces afines o mediante presiones políticas y financieras, lo que puede comprometer la independencia judicial y permitir la continuidad de prácticas autoritarias bajo una fachada de legalidad.
  3. Reformas constitucionales: En algunos casos, los presidentes han impulsado reformas constitucionales que les permiten reelegirse indefinidamente o aumentar sus poderes, a menudo con el apoyo de un congreso controlado.

Estos métodos ilustran cómo la primacía de uno de los poderes del Estado —generalmente el ejecutivo— sobre los demás puede llevar a la erosión de los principios democráticos y al establecimiento de regímenes autoritarios, incluso bajo la apariencia de democracia.

Tras la caída de la Unión Soviética en 1991, los países de Europa del Este enfrentaron un periodo de transición política y económica significativo. Muchos de estos países se movieron hacia la democracia y la economía de mercado, pero el camino no ha sido uniforme y algunos han experimentado retrocesos democráticos y períodos de gobierno autoritario.

En África, al igual que en América Latina, la historia postcolonial está marcada por numerosos casos de líderes que han manipulado o eludido la división de poderes para consolidar su autoridad y perpetuarse en el poder, a menudo bajo la apariencia de un gobierno democrático o constitucional. Este fenómeno se ha manifestado de diversas maneras, reflejando la complejidad y variedad de contextos políticos en el continente.

Por lo tanto, mientras que la teoría del presidencialismo y la división de poderes es robusta, la implementación y mantenimiento de estos principios en la práctica es crucial y a menudo problemática, especialmente cuando la cultura política, la historia y las instituciones de un país favorecen la concentración de poder. Esta es una lección que, pareciera, las sociedades contemporáneas no hemos aprendido. Por décadas han «reinado» dictaduras en Cuba, Nicaragua, Venezuela y ahora vemos su reiteración nuevamente en España.

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